Y a veces sólo se trata de aprender a mirarse al espejo con el corazón en la mano. Extrañando todo aquello que alguna vez lo supo acariciar.
Debo confesar que sigo cerrando la mano para esconderlo y conservarlo, pero lo termino aplastando dentro de mi propia palma.
Ofrecer. Siempre.
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